PABLO NERUDA/ POEMA DEDICADO A VIOLETA PARRA Enero 1970
¡Ay, qué manera de caer hacia arriba
y de ser sempiterna, esta mujer!
De cielo en cielo corre o nada o canta
la violeta terrestre:
la que fue, sigue siendo,
pero esta mujer sola
en su ascensión no sube solitaria:
la acompaña la luz del toronjil,
del oro ensortijado
de la cebolla frita,
la acompañan los pájaros mejores,
la acompaña Chillán en movimiento.
¡Santa de greda pura!
Te alabo, amiga mía, compañera:
de cuerda en cuerda llegas
al firme firmamento,
y, nocturna, en el cielo, tu fulgor
es la constelación de una guitarra.
De cantar a lo humano y lo divino,
voluntariosa, hiciste tu silencio
sin otra enfermedad que la tristeza.
II
Pero antes, antes, antes,
ay, señor, qué amor a manos llenas
recogías por los caminos:
sacabas cantos de las humaredas,
fuego de los velorios,
participabas en la misma tierra,
eras rural como los pajaritos
y a veces atacabas con relámpagos.
Cuando naciste fuiste bautizada como Violeta Parra:
el sacerdote levantó las uvas sobre tu vida y dijo:
“Parra eres
y en vino triste te convertirás”.
En vino alegre, en pícara alegría,
en barro popular, en canto llano,
Santa Violeta, tú te convertiste,
en guitarra con hojas que relucen
al brillo de la luna, en ciruela salvaje
transformada,
en pueblo verdadero,
en paloma del campo, en alcancía.
III
Bueno, Violeta Parra,
me despido, me voy a mis deberes.
¿Y qué hora es?
La hora de cantar.
Cantas.
Canto.
Cantemos.
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